26.04.06
Los balances al final del día siempre resultan odiosos.
El hecho de comenzar el día después de recapitular los actos es una magra manera de conformarse con lo hecho, justificando la estupidez, y vistiéndola de experiencia; eso inevitablemente nos lleva a repudiar el pasado, al menos en mi caso.
Prefiero empezar el día sin rumbo, acudiendo a mi agenda sobre el escritorio, haciendo las llamadas que me prometí un día o dos antes, y vaciando al papel lo que el taller requiere.
Prefiero empezar el día con una taza de café, escuchando a Compay Segundo, sin pensar en lo que dentro de quince horas me perturbará o me regocijará.
Pero sobre todo, empezar el día con la experiencia del primer triunfo de Omar. Ese el primero de todos.
Enhorabuena Gaby.
El hecho de comenzar el día después de recapitular los actos es una magra manera de conformarse con lo hecho, justificando la estupidez, y vistiéndola de experiencia; eso inevitablemente nos lleva a repudiar el pasado, al menos en mi caso.
Prefiero empezar el día sin rumbo, acudiendo a mi agenda sobre el escritorio, haciendo las llamadas que me prometí un día o dos antes, y vaciando al papel lo que el taller requiere.
Prefiero empezar el día con una taza de café, escuchando a Compay Segundo, sin pensar en lo que dentro de quince horas me perturbará o me regocijará.
Pero sobre todo, empezar el día con la experiencia del primer triunfo de Omar. Ese el primero de todos.
Enhorabuena Gaby.